IFLA, ASLA, IAPR, CAPPR
Directora y profesora
Maestría en Arquitectura Paisajista,UPPR
Vuelve a surgir en la discusión pública la “necesidad” de desarrollar un plan de usos del terreno (PUT). Sin embargo, año tras año esa acción se posterga y se queda incompleta la tarea. El mismo nombre, “Plan de usos”, establece que el Plan nos obliga a que explotemos el terreno. Me pregunto, ¿acaso intuitivamente reconocemos que resulta innecesario usar todo el territorio? Un sabor agridulce sobre decisiones tomadas en nuestro pasado más reciente así nos lo recuerdan. ¡Por supuesto que hace falta dirección clara en cuanto a cómo queremos guiar el crecimiento dentro de nuestro territorio a corto, mediano y largo plazo! Pero, en vez de hacerlo siguiendo el mismo patrón, comencemos por hacer un inventario de lo que se tiene.
Antes de encaminarnos en la dirección de escribir tal “Plan”, valdría la pena llevar a cabo un acto de contrición y estudiar a conciencia, cuáles son los recursos que tenemos, construidos y naturales; y cuáles los atributos de que disponemos. En lugar de descifrar cómo usar el territorio, pensemos qué éste nos ofrece y cómo mejor realzarlo en función de cómo mejor vivir y creer en él. Alrededor del mundo, múltiples profesiones, lideradas por arquitectos paisajistas y otros afines a sus ideas, levantan la voz en unión para atender el paisaje como patrimonio de todos, en la búsqueda por catalogar su paisaje en interés de dirigir el crecimiento de sus países. Los catálogos de paisaje forman parte de esa iniciativa.
Un catálogo sirve como mecanismo para codificar y organizar una multiplicidad de cualidades, también para examinar sus relaciones e interdependencias. Constituye una estrategia para esbozar la dirección del crecimiento futuro, fundamentado en el inventario de los servicios que brinda el paisaje. Barcelona es la ciudad que lleva la vanguardia sobre el asunto y cataloga su paisaje basándose en sus atributos ecológicos, hidrológicos; en el beneficio psicológico a sus ciudadanos, en aquellas vistas que merecen ser protegidas, entre otros asuntos.
Con ello de ejemplo, en Puerto Rico podremos considerar que la vista al túnel y ensenada de Guajataca (bajando la loma por la número 2) se reconozca por su panorama sin igual; por ser punto de encuentro de sistemas geológicos e hidrológicos vitales a nuestros acuíferos; como el hogar de animales terrestres y marino; por la conjunción con la historia del tren de circunvalación y claro, su permanencia como vinculo de la memoria colectiva. Todos estos motivos y más sirven como punto de interés para visitantes extranjeros y locales. El inventario podría facilitar el reconocimiento de este paisaje como catalítico para propiciar la existencia de una economía local fundamentada en ello. Por tanto, el catálogo sustenta el cuidar la vista hacia y desde este lugar para que los que visitan y viven allí se puedan continuar asombrando.
Cataloguemos ese bosque lluvioso que visitan y visitamos miles de seres humanos al año, mas allá de sus aspectos biológicos. ¿Qué atributos ecológicos, paisajísticos, sociales, económicos, psicológicos posibilita? ¿Cómo pensamos en la conservación de sus atributos a la luz de la economía de los barrios y hoteles que lo circundan? El balneario de Luquillo, ¿cómo nos sirve de válvula de escape? ¿Cómo sus palmas sirven para hablarnos de la historia de una industria basada en el aceite de coco? ¿Qué lecciones económicas podemos aprender de ello que nos sirvan en la actualidad? ¿Cuáles vistas privilegian a hoteles de la zona, que sin el telón de fondo de ese balneario, no serían lo que hoy son? ¿Qué estrategias de protección amerita para asegurar el uso, disfrute y salud mental de generaciones futuras?
El que piense que ese inventario existe está errado. Esfuerzos pioneros como los del arquitecto Gabriel Ferrer Amador y su iniciativa del Fondo de Mejoramiento, reconocen esos atributos de paisaje y los diseminan a una amplia audiencia, como mecanismo de dar a conocer lo propio. Sin embargo, el propósito del Fondo radica en el contacto de persona a persona, no así en la preparación de un catálogo. Por lo cual, el catálogo aun está por hacerse.
De ejecutar un plan a la usanza de los pasados 20 años, solo replicaremos las mismas metodologías y maneras de resolver el problema: el mundo del desarrollo, del hormigón y la varilla en oposición al mundo natural; los malos y los buenos. Ese mundo natural tiene muchas gamas de verde. ¿Por qué seguir abordando el asunto del mismo modo y así antagonizar a grupos de desarrolladores y ambientalistas? Es hora ya de entender que un asunto no se privilegia sobre el otro. Tan importante resulta el mundo natural, como el hecho de que necesitaremos construir porque vivir en bohíos nuevamente es improbable.
La realidad es que todavía los albores de este siglo 21, constituyen un buen momento de incorporar preocupaciones que todos tenemos, y un par de espejuelos nuevos que nos hará falta para verlas con mayor claridad. Ejemplo de ello es el alza en el nivel del mar en nuestras playas que, como resultado del calentamiento global, año tras año se erosionan al punto que se caen carreteras y viviendas. Solo basta mirar el caso de Vega Baja y las inundaciones repentinas en las áreas urbanizadas tras un chubasco de 5 minutos como en la Avenida Roosevelt en Hato Rey. El aumento en los niveles de calor en ciudades como Mayagüez, Ponce, Caguas, Bayamón y Carolina, no es ajeno al problema.
Industrias, como el turismo, que dependen de nuestro paisaje para el desempeño y éxito de su empresa, se beneficiarán de catalogar el territorio. Playas, bosques lluviosos y secos, cuevas en el karso y bahías luminiscentes resultan ser el atractivo principal y razón por la cual cientos de miles de visitantes llegan a nuestras orillas cada año. Reconoce el visitante, tanto extranjero como local, que esas propiedades que componen nuestro paisaje conforman elementos únicos que merecen visitarse.
Así las cosas, tomemos el tiempo de hacer un inventario de lo que tenemos; reconocer nuestros atributos de paisaje, desde un punto de vista ecológico, biológico, estético y económico. Aprendamos de lecciones de otros países que, al catalogar su paisaje desde muchos ángulos, han logrado argumentar cuáles lugares son indispensables conservar, cuáles desarrollar y en dónde hacer híbridos. Reconozcamos que el paisaje entendido como infraestructura nos enfrenta a tomar decisiones de manera holística en lugar de un acercamiento fragmentado. Este ejercicio previo al desarrollo de planes se trabaja para demostrar que el paisaje constituye un atributo real que viabiliza la economía en lugar de desviarla. Compete pues que nos reinventemos contando con el inventario de lo que tenemos.
Fuente: http://www.pupr.edu/news197.asp
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